Martes, el 24 de marzo, el equipo de Les Éditions Albert René ha conocido el fallecimiento de Albert Uderzo con una inmensa tristeza. El cielo ha caído sobre nuestras cabezas, sin duda.

Albert Uderzo ha partido para reunirse con su amigo René Goscinny en el panteón de los genios artísticos franceses, pero con Astérix nos deja una obra mayor, convertida en mito internacional, que despierta y continuará despertando admiración y risas durante mucho tiempo en millones de lectores.

El éxito de Astérix se debe a la alianza de los talentos individuales de René Goscinny y Albert Uderzo, que era dueño de un estilo único en su género, influido a partes iguales por el cómic francobelga, humorístico y realista a la vez, y Walt Disney. Curiosamente, Albert no tenía ninguna formación en dibujo y ninguna predisposición a los lápices, pues nació con seis dedos en cada mano y además era daltónico. Pese a eso, son muchos los artistas que lo han imitado y lo siguen imitando hoy día.

¡Albert tenía un estilo fascinante, un toque de lápiz simplemente único!

Hacía un dibujo de dos dimensiones pero pleno de relieve y profundidad, capaz de pasar del realismo a la caricatura, de Tanguy y Laverdure a Umpa-pá, con una facilidad pasmosa y de mezclar -concretamente en Astérix, dentro de un estilo jubiloso- personajes caricaturescos de nariz enorme con un sentido del detalle desconcertante: eso da como resultado una sínteis gráfica única en el mundo, de una comicidad y una legilibilidad increíbles.

Un dibujo de una generosidad sin parangón, capaz de sumergirnos por igual en los más bellos decorados de Roma, en tempestades dantescas y en el fastuoso banquete final con el que se cierran todos los álbumes, que nos hace percibir el delicioso aroma del jabalí asado como si formáramos parte de los invitados.

Un dibujo con un entintado magnífico, que juega virtuosamente con los bloques sólidos y los más detallistas, con las sombras y los negros allí donde hacen falta, y, sobre todo -¿tal vez debido a sus orígenes italianos?-, un dibujo plagado de emociones: sus personajes están ahí, vivos ante nosotros. ¿Quién mejor que él puede dibujar una risa franca, un ataque de rabia, un Obélix enamorado, un Abraracúrcix desatado, las lágrimas de un perrito ante un roble arrancado de cuajo o el terror azul de un romano en presencia de los irreductibles?

Albert Uderzo era demasiado humilde para admitirlo, pero era el Walt Disney francés.

Ni él ni René Goscinny se contentaron con crear un héroe inmortal.

Juntos pusieron en marcha los Estudios de Animación Idéfix en una época en la que la industria del dibujo animado era prácticamente inexistente en Francia.

Tras la muerte de René Goscinny, su cómplice, Albert Uderzo tomó el relevo en solitario y fundó Les Éditions Albert René, donde publicó nuevos álbumes de Astérix que marcaron récords de ventas no solo en Francia, sino en más de ochenta países y en más de ciento diez idiomas y dialectos.

Visionario sobre el futuro de su personaje, abrió las fronteras del papel hacia la animación, las películas de imagen real, un parque de atracciones…

Además, gracias a su trabajo y sus esfuerzos con René Goscinny, mejoró el estatus de los autores de cómic.

Perdemos a un gran hombre, apreciado por todos quienes tuvieron la suerte de conocerlo, que tenía una verdadera visión sobre su personaje, una gran ambición y un alto nivel de exigencia en todas las etapas de cada uno de los proyectos que emprendía.

Saludamos además al amigo leal de sus colegas, de Franquin a Charlier pasando por Peyo, Dany o Tibet, y sobre todo al amigo de su eterno cómplice, René Goscinny, a cuyo recuerdo permaneció en todo instante profundamente fiel.

Apasionado, de ojos brillantes, siempre estaba encantado de comentar con nosotros los nuevos proyectos. Nos sentimos profundamente honrados por la confianza que depositó en todas nuestras ideas. Ahora debemos seguir trabajando para estar a la altura de esa confianza y la de los lectores, que lo han acompañado incansablemente durante tantísimos años.

En estos momentos de dolor pensamos también, muy afectuosamente, en su esposa, Ada, su hija, Sylvie, y toda su familia.

¡Adiós al artista y gracias por su obra, que nos encantará siempre!

 

Fotos : Philippe Cauvin